Por Inés de Mendonça
[fragmento]
La casa propia debería ser refugio “contra el mundo” pero ya no lo es, es espacio poroso en el que los vecinos ingresan, tocan el cuerpo de la mujer, molestan, agreden, escupen. Es lo dado que atenta contra los “ensueños / vaporosos” y los denuncia, los cierra y desarma. Dice el poema: “no será lo que soñaste la avenida en esos sueños / prolongados de montañas y flotando en este limbo”. Hay un afuera constante de ruidos e interrupciones que lleva a la voz poética a espiar desde un fondo denso a punto de violentarse, pero contenido, expectante. El yo reacciona aumentando la incógnita y reconcentra en lo íntimo la soledad y la sorpresa. “¿qué es lo que esta circunstancia guaraní / quiere de mí?”. ¿Qué es el afuera? Un espacio natural ya perdido en el pasado o en el ensueño y “dominada por la mano siempre insatisfecha, / una naturaleza menos generosa” rodea los sonidos rítmicos del pensamiento. Lo sensorial aparece en los versos, en su adjetivación, en el sonido que enlaza encabalgamientos con suavidad. Versos que cuentan la ruptura y acunan armonía en su fraseo hacen en el poema una repetición de aquello de lo que se habla. Tal vez allí esté la apuesta al sentido escurridizo del destino.